¿Cómo no hay un desfibrilador en el AVE?

Si me preguntarán por personas sensatas en este país, un buen candidato sería el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud. Además de sus certeros análisis de nuestra juventud -a la que ni le baila el aire ni regala el oído-, es una persona con sensibilidad y lúcida. A raíz de padecer el pasado domingo un síncope cuando viajaba en el AVE, del que fue atendido por los servicios de urgencia en Antequera, se preguntaba en su blog: ¿Cómo no hay un desfibrilador en el AVE? Y añadía que tal carencia es una imprudencia con fácil solución.

En su comentario, el juez pedía disculpas a los viajeros a los que ocasionó un retraso en el viaje por su indisposición y agradecía con sus nombres al personal sanitario y de ambulancia que le atención. Y eso está muy bien, y debe cundir el ejemplo de humanidad y de cortesía. Mas quisiera aprovechar el suceso del juez para hacer algunas consideraciones.

El AVE -que ya no es ni sombra de lo que fue en su estreno, en lo tocante a servicios, limpieza y amabilidad- se ha encarecido tanto que ahora se abre al low cost, que ya pueden imaginar lo que traerá, pero nadie pensó en un desfibrlador, en prevención de lo que pudiera pasar. En cada convoy del AVE, cuando va en solitario, muchas veces van dos enganchados, viajan 365 pasajeros. Díganme ahora qué empresa con ese número de trabajadores no tiene un desfibrilador.

Durante el año 2018 el AVE registro más de 21 millones de pasajeros, pero nadie pensó en el botiquín de primeros auxilios. ¿Cómo se explica que un teatro como el Real, Liceo o Maestranza, tenga un médico durante las funciones y un tren en un recorrido superior a tres horas, y hasta más cinco si vamos de Málaga a Barcelona, no tenga un desfibrilador portatil que no llega a los 2.000 Euros? Alguién piensa en los demás? Alguién usa la cabeza para pensar y prevenir amén de para embestir? A ver si cuando dejemos de sufrir por el planeta tierra pensamos en hacerlo más vivible.