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Si esa relación emocional con la comida se convierte en la única herramienta para curar emociones, entonces hay un problema. La tristeza, el aburrimiento, la nostalgia, la ira... no se sacian con alimentos. Creerlo es un error que puede dañar nuestra salud física y mental. La solución está en reconciliarse con la comida. Disfrutar comiendo y no comer para disfrutar.
A los consultas de los nutricionistas llegan cada vez más casos de personas que, sin reconocerlo, tienen un grave problema emocional con la comida.
En un agujero emocional cabe mucha comida por eso es un problema y hay que tratarlo cuanto antes. Identificarlo es fundamental. Lo primero para conseguirlo es lograr diferenciar entre el hambre física y el hambre emocional.