A 3.500 kilómetros de la Península Ibérica, el sureste de Turquía es el punto sísmico más "caliente" del planeta.
Los expertos del Instituto Andaluz de Geofísica explican las características de los terremotos que allí se producen.
Son muy superficiales, liberan mucha energía y, en consecuencia, causan una gran destrucción.
Los devastadores movimientos de tierra que han sacudido el sureste de Turquía se han producido a más de 3.500 kilómetros de distancia de la Península Ibérica. Se trata de la zona sísmica más “caliente” del mundo, donde confluyen diferentes placas tectónicas.
El epicentro del primero de los terremotos se localizó en la región turca de Karamanmaras, en concreto en la ciudad de Pazzarcik. Es una zona fronteriza con Siria, a unos 650 kilómetros de Ankara, pero muy próxima a las ciudades sirias de Idlib o Alepo.
El seísmo alcanzó los 7,8 grados de magnitud en la escala de Richter. Unas horas después se produjo una réplica de intensidad similar, y durante el resto del día, hasta 80 temblores de tierra más. Algunos se llegaron a registrar incluso hasta en Groenlandia.
Expertos como Mercedes Feriche, del Área de prevención del Instituto Andaluz de Geofísica, dependiente de la Universidad de Granada, señalan varias causas para explicar la devastación causada por estos terremotos.
No es solo una zona en la que se concentran hasta tres placas tectónicas, Anatolia, Arabia y África, sino un área compleja donde las rupturas se producen por segmentos.
Los científicos apuntan como factores de destrucción que son terremotos muy superficiales, a menos de 30 kilómetros de profundidad, y en zonas complejas, y añaden que su desplazamiento permite hablar de una falla “transformante”, según Francisco Vidal Sánchez, investigador del Instituto Andaluz de Geofísica.
Además se espera que por estas condiciones las réplicas puedan superar el grado cinco.
En la zona afectada, en una extensión de solo 200 kilómetros cuadrados, desde 1970 se han registrado al menos tres terremotos por encima de magnitud seis.