Cuando las aguas del Guadalquivir se acercan al Atlántico se convierten en un escenario natural en donde se multiplica la vida y los recursos pesqueros.
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El Bajo Guadalquivir y su desembocadura forman un ecosistema acuático de inmensa biodiversidad; uno de los mayores de Andalucía e incluso de Europa. Su estuario desarrolla además una función esencial de renovación de la vida marina como si fuese una inmensa guardería entre fluvial y marina.
Y es porque sirve de refugio a las larvas y los alevines de numerosas especies de peces, muchas de gran valor pesquero, que se crían y engordan allí antes de salir al Atlántico. No solo la Reserva de Pesca de su desembocadura depende de él. La influencia del Estuario del Guadalquivir alcanza a todo el Golfo de Cádiz.
Esta gran importancia ambiental del Estuario y el aumento de la presión humana sobre él, con la navegación, la agricultura, la creciente contaminación o la pesca de la angula, despertó la inquietud de varias instituciones científicas de Andalucía. El CSIC, el Instituto Nacional de Oceanografía y la Universidad de Córdoba decidieron comenzar un estudio periódico de sus aguas para evaluar la biodiversidad.
Financiado con fondos europeos, el estudio ha sido impulsado por Dirección General de Pesca y Acuicultura. Desde 2010 lo absorbe y continúa el Ifapa de El Toruño de Cádiz.
Desde hace venticuatro años se toman muestras de la vida acuática del Estuario. Siempre en los mismos sitios. La variación de los datos se cruza con factores ambientales.
Y en momentos concretos: coincidiendo con la luna nueva para dotar a los análisis con el rigor de la periodicidad.
Esto genera una rica cadena trófica en el estuario que comienza con algas como las diatomeas y otro fitoplancton. De él se alimentan los misidáceos, unos pequeños crustáceos de menor tamaño que los camarones que son la dieta preferida para alevines y juveniles.
La recuperación de zonas húmedas, como se ha hecho en la marisma de Alventus, en la margen izquierda en Trebujena, se considera estratégica desde el punto de vista ecológico, por su capacidad de depuración de vertidos y contaminaciones.
Las condiciones ambientales de esta zona, favorecen la cría y engorde de numerosas especies marinas de peces, moluscos y crustáceos, muchos de ellos de gran interés pesquero, tanto para la flota de cerco (de boquerón o sardina) como para la artesanal que faena en las costas de Cádiz y Huelva.
La pesca de angula con luz de malla de 1mm suponía un grave problema para todo este alevinaje. Para hacerse una idea del daño de las cucharas: Por cada kilo de angula enganchada se mataban 100 de otras crías, larvas e inmaduros. De 40 toneladas anuales de angulas capturadas a principios de los 80' se pasó a tan solo 300 kg en 2008. En 2010 la Junta establece una moratoria para toda la especie ya al borde de la extinción.
En la zona A de protección integral tampoco se puede pescar camarón. Los riacheros esperan una reunión con todas las instituciones competentes.
Manoli, el patrón y técnico que pesca las muestras científicas ha perdido ya dos barcas. En 2010 le hundieron la primera.
Una operación de la Guardia Civil inutilizaba, el año pasado, medio centenar de barcos desde los que se practicaba la pesca furtiva de la angula. Aquella noche, le quemaron su vieja angulera que era usada para la investigación.
Manoli lleva en el estudio desde el principio en 1997, con Pepe Peces y Carlos Fernández
Predecir la respuesta del ecosistema ante la presión humana, gracias a esta investigación, permitirá gestionar y proteger mejor los múltiples servicios medioambientales y económicos con los que el Estuario del Guadalquivir provee a la sociedad andaluza.