De origen limeño, tuvo un papel clave en la Andalucía de la época.
Era un reformador que acabó condenado por sus tensiones con la Iglesia.
Se cumplen 300 años de su nacimiento. En Los Reporteros, recordamos su figura.
Justo este sábado se cumplen 300 años del nacimiento en Lima, Perú, de Pablo de Olavide, un importante ilustrado al que en la segunda mitad del siglo XVIII se le encomendó colonizar con extranjeros Sierra Morena y la Baja Andalucía. Político, jurista, traductor y escritor tuvo un papel clave en la Andalucía de la época. Hemos visitado algunos de los municipios donde dejó su huella, y hemos podido comprobar también que para muchos es un gran desconocido, incluso en la segunda universidad pública de Sevilla, a la que da nombre.
De la sesentena de nuevas poblaciones que estableció Pablo de Olavide, hoy perviven con pujanza la mitad en lo que hasta entonces era un camino inseguro para las mercancías coloniales que desde Cádiz se trasladaban hasta la Corte.
El Consejo de Castilla, bajo el mando del Conde de Aranda, encomienda a Pablo de Olavide la creación de colonias a lo largo de Sierra Morena y la Baja Andalucía, como un ensayo de un modelo que sirviera para toda la nación. Y es que van viendo que la tenencia de la tierra está en manos de muy poca gente. Tú puedes tener cualquier tipo de riqueza, pero si no tienes gente que te la trabaje, ¿a quién le vas a pedir los impuestos...?, ¿a quién le vas a sacar el jugo...? a estos colonos se los convirtió en propietarios y cambió su estatus social por completo.
El problema es que no se llegó a hacer en el resto de la nación. El Santo Oficio interviene y el resto del mundo se pone en alerta. Carlos III, a partir de lo que fue la declaración de independencia de norteamérica y los movimientos pre revolucionarios de Francia, ve que puede ser una amenaza. Ya había sufrido Esquilache y no quería sufrir otros motines y otras cosas. ¿Qué hace? Depone al conde de Aranda, lo manda de embajador a Francia, y alguien tenía que caer y pagar el pato y dar un escarmiento.
Volteaire, cuando se enteró de la condena de Olavide dijo que España había cometido el mayor error de su vida, porque lo que necesitaba España no era cargarse a Olavide, sino 30 olavides. Se perdió una oportunidad de oro de haber implantado en España un modelo ejemplar, moderno de nación. Como mínimo, no nos hubiera dejado en el atraso de las revoluciones liberales y de las revoluciones industriales que van a suponer el siglo XIX.
Se le añade la intransigencia y el acoso de los pueblos vecinos: concretamente en el caso de Cañada Rosal, La Luisiana y El Campillo, les hicieron la vida imposible vecinos de la ciudad de Écija. Quemaron cosechas, quemaron viviendas… Tuvo que intervenir el propio Carlos III, sacando un decreto, una pragmática, en la que todo aquel que atentara contra los colonos, contra sus propiedades, contra sus mujeres, pues tendría incluso la pena de muerte.
Lógicamente, y eso hay reconocerlo también, Olavide no consultó en absoluto con el cabildo de la ciudad, sino que él tomó las decisiones que traía de Madrid y empezó a delimitar terrenos, acotar baldíos y establecer colonos. Era donde pastaba la mayor parte del ganado de la oligarquía ecijana.
Tenemos la suerte de que unos familiares suyos, Bartolomé Soriano, a principios del siglo XIX, tenía unos escritos de Olavide -unos manuscritos- y un retrato que ahora se conserva en el museo de La Carolina, que él consideró que el sitio idóneo para conservar era el ayuntamiento.
De aquellos 8000 llegados de media docena de países, hoy pocos descendientes conservan alguna información de sus raíces, si bien desde el cielo aún se dibujan algunas primitivas líneas de propiedad, la linealidad de las calles y restos constructivos para la efeméride…
Pero Olavide, cuyo tercer centenario celebramos ahora, para Andalucía representó mucho. En el Real Alcázar de Sevilla, Olavide instaló su residencia de 1767 a 1776, como intendente de los cuatro reinos de Andalucía, con máxima autoridad sobre asuntos militares y de la guerra, y en mando como superintendente de las nuevas poblaciones de Sierra Morena y de la Baja Andalucía. y como asistente de la ciudad de Sevilla. Fue precisamente aquí donde al calor de su biblioteca, reunida en tres viajes por Europa convocó sus famosas tertulias ilustradas, a imitación de su amigo Voltaire, que no dejaron de representar otro baldón más en el abultado expediente que por acusaciones de anticlerical le preparaba el Santo Oficio, y que le llevaría a dar con sus huesos en la cárcel durante cuatro años hasta su fuga a Francia.
Fue en su paso por Sevilla cuando ésta alcanzó sus condicionantes como gran capital europea, gracias a planeamientos urbanísticos y saneamientos: lagunas en la Alameda de Hércules, obras de alcantarillado, adoquinado, o para evitar riadas o reasentar poblaciones marginales... Medidas para un libre artesanado, que los gremios rechazaban… Pero quizás su actuación más polémica tuvo que ver con la reglamentación de las cofradías de Semana Santa.
También forma parte de ese proyecto ilustrado obligar a que estén recogidas antes de que les caiga la noche. Y por supuesto que no salgan de noche, que son muchísimas, prácticamente todas las que el Jueves Santo salen por la tarde. Igual que se prohíbe el rosto cubierto. Se trata de evitar el ocultamiento, que generaba delitos. No porque fueran los hermanos en absoluto, sino porque cualquiera podía vestirse.
Todo eso genera tensiones, porque si no podemos poner limosna, pues se van ahogando y se van asfixiando. Hay muchas hermandades que se van a extinguir. Otras que tienen hermanos muy poderosos y que van a conseguir que eso no ocurra. Todo esto se va volver en su contra. Va estrechamente unido con su imposición de la apertura del teatro, los bailes de máscaras. Va a ser un arma muy dura contra Olavide.
Él es un hombre religioso, piadoso y sobre todo con una espiritualidad propia de los hombres del siglo XVIII, que tenían unas manifestaciones que son las suyas y una manera de entender la religiosidad.
Hizo, por ejemplo, un reglamento de arbitrio que era el cobro de determinados impuestos. Entonces tuvo sus problemas con las personas que estaban más o menos privilegiadas. El duque de Medina Sidonia o el conde del Águila, todos esos estaban a favor de Olavide, porque tenían la misma mentalidad racionalista e ilustrada, pero había otros estamentos de la nobleza, de la burguesía, o incluso de los gremios, que todavía en el XVIII tenían bastante poder, incluso el pueblo llano, que no estaban a favor de Olavide. Y eso a pesar que los ilustrados españoles no fueron unos revolucionarios, como los franceses. Eran simplemente reformadores.
Que en la vida de un foráneo haya habido tiempo para ser recibido con arresto domiciliario, e incautación de bienes, a ganarse el amor de una viuda rica, 20 años mayor, y la plena confianza de todo un rey y sus principales ministros es difícil de creer. Pero asentar de la nada 60 poblamientos, que hoy computan decenas de miles de habitantes, y anticipar líneas maestras en reforma universitaria, agraria y mejora ciudadana, parece imposible. Pero la realidad es que este ilustrado, profesor universitario y alto funcionario de la Audiencia de Lima y escritor, traductor, jurista y destacado político español, lo hizo realidad, pese acabar sentenciado en un autillo con 146 acusaciones de herejía. Y es que ya lo dijo Goethe: “Los más grandes hombres están siempre ligados a su siglo por alguna flaqueza…”