Para ello subimos hasta la emblemática Torre de Gálata. Desde otro punto estratégico, contemplamos el Bósforo, la Mezquita Azul y Santa Sofía.
Nuestros guías son dos andaluces: Norberto es de Algeciras y trabaja en el sector del transporte. Gemma, de Alhendín, es profesora de Educación Especial y pidió una excedencia para cuidar de su hija Magdalena.
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Estambul es la ciudad más poblada de Turquía. Es el motor histórico, cultural y económico, pero no es la capital. Allí nos reciben Gemma Salinas, de Alhendín (Granada) y Norberto Rodríguez, de Algeciras (Cádiz), una simpática pareja, que como si de una competición se tratara, nos muestran las joyas de Estambul.
Llevan dos años en la ciudad. Llegaron por trabajo tras pasar también por China y Singapur, y aunque Gemma no deja de repetirle a su hija que también es andaluza, a Gemma le duele en el alma que la primera palabra de su hija fuese 'anne', mamá, en turco.
Los dos muestran a Manu las partes más bonitas de la ciudad y le cuentan cómo llevan vivir tan lejos de sus raíces. Norberto trabaja en el sector del transporte de mercancías y su empresa lo ha destinado a Estambul durante tres años. Con él visitamos la Torre de Gálata, una de las más antiguas del mundo. Es una de las joyas de Estambul y sus 67 metros ofrecen las mejores vistas de la ciudad.
Con Gemma, tomamos 'chai', una variedad de té negro que se caracteriza por su fuerte aroma y sabor. Desde lo alto de un restaurante nos muestra El Bósforo, también conocido como el estrecho de Estambul, que divide los dos continentes. Desde este lugar se puede contemplar todas las maravillas juntas, como la Mezquita Azul, que es el mayor templo islámico de la ciudad, y Santa Sofía.
También nos invita a tomar un helado tradicional turco. Se prepara usando leche de cabra. Es también un espectáculo callejero. Los vendedores lo sirven entre trucos de magia y acrobacias ¡Qué se lo digan a Manu!
Gemma nos confiesa que echa de menos a su familia, la playa de Tarifa, el paseo de los Tristes de Granada y la Alhambra, pero es muy optimista, y sabe que va a volver. Todos los días hace videollamadas con sus padres para que vean a la pequeña Magdalena.
Por último, Norberto nos ofrece Baklava, pastel tradicional turco, y a continuación nos invita a un espectáculo de bailes sufíes, otro de los grandes encantos culturales de Turquía. A través de unos movimientos giratorios consiguen la conexión entre el cielo y la tierra, y acercarse a Dios.