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Francisco Javier Bernal recibió un trasplante de hígado en 2011 y el cirujano que le intervino le comentó que para la operación había necesitado más de 60 bolsas de sangre.
Esa información y la constancia de que la medicina pública le había salvado la vida hizo que quisiera devolver a la sociedad lo que ella ya le había dado.
Así que este ingeniero industrial comenzó a inocular el gusanillo de la donación de sangre entre sus vecinos en la localidad onubense de Encinasola, un pueblo con poco más de 1000 habitantes. A día de hoy, la tasa de donación asciende al 10 por ciento frente al 4 por ciento de Andalucía.
Puso en marcha un sistema de citas previas para que los donantes no tuvieran que esperar y se pone en contacto con aquellos que ya no viven allí pero que vuelven en Navidad o vacaciones para que lo haga en ese periodo. Así que ha convertido a sus vecinos en Donantes por el Mundo.