En Grazalema, Cádiz, un taller textil mantiene la forma tradicional de producir pura lana virgen. Con la pandemia, las ventas en las tiendas han caído en picado y ellos han encontrado en internet una manera de mantenerse a flote.
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Una antigua coplilla dice "Grazalema es buena tierra porque tiene muchos paños". Hubo un tiempo, hace 150 años, que en la Sierra de Cádiz, coexistían unos diez talleres textiles. Algunos de los telares, desmotadoras o batanes, hechos de madera, se conservan en esta especie de museo, donde hay piezas de más de dos siglos.
La prosperidad textil en esta zona se explica por la abundancia de agua, imprescindible para mover la maquinaria
La lana era la protagonista en aquella época, lana de oveja de raza merina que proveían los pastores de la zona y de provincias limítrofes como Málaga o Sevilla
La competencia de Cataluña, mucho más industrializada, y la escasez de vías de comunicación modernas, marcaron el declive de la industrial textil grazalemeña.
Los talleres fueron cerrando. Ahora solo sobrevive éste, único heredero de una larga tradición textil.
Y ahí sigue, trabajando la lana, aunque la manden a lavar fuera de Grazalema.
Si no es fácil subsistir con un producto artesanal, en este taller lo han tenido complicado en los últimos años. Primero fue la crisis económica de 2008 y ahora la pandemia.
En 2020, a través del ordenador han vendido el 60 por ciento de su producción. Sin olvidar la venta directa en las dos tiendas que la marca tiene en Grazalema.
Con la pandemia los hábitos han cambiado, las personas pasan más tiempo en casa y valoran los espacios cómodos, algo que favorece a la industria textil.
En verano sacaron un nuevo diseño, mantas personalizadas para gatos y perros que tiene una buena acogida. Todas las prendas salen de este taller.
El remate final, la etiqueta, con una sencilla frase, pura lana virgen, que recoge una tradición centenaria.