El sector pide ayudas y sigue reivindicando que el flamenco llegue a las escuelas.
En Andalucía hay casi 400 peñas flamencas que esperan la prometida Ley del Flamenco.
Los Reporteros se adentran en la realidad actual del flamenco.
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A punto de cumplirse, este lunes, 16 de Noviembre, los diez años de la declaración del flamenco como Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad, Los Reporteros hace balance para saber de qué ha servido este nombramiento que llegó de la mano de la UNESCO, la institución cultural más influyente del mundo. Hoy, en horas bajas como todo el mundo de la cultura, el sector pide ayudas a la administración, mientras se sigue reivindicando que el flamenco llegue a las escuelas.
La Bienal es el mayor escaparate del flamenco, donde los artistas más prestigiosos muestran sus estrenos para luego comenzar sus giras. Este año ha sido la edición más difícil, pero , aún con todas las dificultades que ha marcado la pandemia, se han podido ver casi 50 espectáculos, algunos de ellos en streaming, un auténtico esfuerzo para que nuestra cultura no pierda músculo.
ANIVERSARIO EN PLENA PANDEMIA
Son tiempos raros para celebrar este décimo aniversario de la declaración del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La candidatura liderada por la Junta de Andalucía, tenía el apoyo de Extremadura y Murcia. La decisión de la UNESCO fue recibida con entusiasmo por aquellos que forman parte la gran familia flamenca.
Un título que llegó sin subvenciones, pero que venía a enaltecer al flamenco a nivel mundial, a darle oficialidad a un arte nacido del pueblo. A cambio de ese certificado de calidad, había que adquirir un compromiso.
El estatuto de Autonomía en su artículo 68.1 aboga por la promoción y difusión del flamenco como elemento singular de nuestro patrimonio. Corresponde, por lo tanto, a las instituciones esa salvaguarda, y no pocos han sido los intentos de que este respaldo comience en la escuela, pero ninguno ha tenido éxito.
En Andalucía hay casi 400 peñas flamencas que esperan como agua de mayo esa prometida Ley del Flamenco, que venga, no sólo a llevarlo a la escuela, sino a normalizar la situación de estos locales sin ánimo de lucro donde se crea cantera y se curten los artistas.
La industria cultural que se crea alrededor del flamenco no es homogénea, es un mundo de grandes desigualdades.
Para numerosos artistas, la dedicación no ha podido ser exclusiva, y esa es una de las principales tareas pendientes. Precisamente para poner algo de orden acaba de nacer Unión Flamenca. Las solicitudes superan ya el medio millar.
Desde hace un siglo, el flamenco está por el mundo. Fue en el Paris de los años 20 cuando comenzó a darse a conocer, junto al tango y al jazz. Y son esos primeros artistas que cruzan fronteras los que lo hacen universal. La paradoja es que fuera de España ha conseguido mayor reconocimiento.
Mestizaje de culturas, el flamenco es un derroche de sentimientos, una expresión que arrebata los sentidos y no deja indiferente al que lo observa. Pero es, ante todo, nuestro arte de referencia, un espejo que nos devuelve, con estampas sonoras, trocitos de nuestra vida.