Hoy 9 de octubre se cumplen veinte años del asesinato violento y absurdo de la joven Rocío Wanninkhof, de 19, en Mijas. Caso cerrado, y errado desde su origen, empeorado a cada paso, manoseado por todos, largo e injusto, con la condena y escarnio público de Dolores Vázquez. Al recordar aquello habría que preguntarse: ¿Si no hubieran sido detenido el asesino, dónde estaría hoy Dolores Vázquez?
Si Tony King, reincidente ya, no hubiese vuelto a matar a Sonia, cuatro años después.
¿Dónde estaría hoy Dolores Vázquez? Si el criminal King hubiera huido de España -podía haberlo hecho, pues tiempo tuvo- ¿Quién estaría pagando por el crimen juzgado y sentenciado erróneamente? ¿Quién se acordaría de Dolores Vázquez? Mas, para vergüenza nuestra como sociedad, nadie ha olvidado aquel juicio donde la señalada por todos fue condenada antes de comenzar el proceso, nadie prestó oído a su declaración de inocencia siempre, nadie tuvo clemencia ni piedad con ella, le gritaron asesina hasta en la cárcel donde pasó diecisiete meses, 519 días y noches, espiada hasta mientras dormía por si la pillaban culpable en sueños. Con ella falló el jurado popular, los magistrados, la policía y la guardia civil, los periodistas, los espectadores, sus amigos y vecinos: toda la sociedad española. Fue la otra víctima desde el principio, jamás culpable, nadie la consideró ni por un momento presunta inocente y una vez absuelta la justicia ni pidió perdón ni aprobó indemnización alguna pues no admitió error en el proceso. En una ocasión le preguntaron a Albert Camus, premio nobel de literatura, Entre la justicia y su madre que elegía. El dijo que su madre. Yo diría lo mismo. Lo único que encontró Dolores cuando salio de aquel infierno fue a su madre que le dio refugio allá en Galicia, donde la esperaba.