No hay nada que pueda afectar tanto a todos como la política y su regente, la economía. Vean si no la resaca con la que hoy nos hemos levantado después de la última trapisonda de Trump, -"la bonita victoria" según sus palabras-, que no es otra que poner de rodillas a Europa por los temerarios aranceles con los que grabará lo mejor de nuestros campos: el vino, el aceite, el jamón, las aceitunas... Los mejores frutos de la tierra y el trabajo de hombres y mujeres son ultrajados por los señores de NOR que todo lo pueden y ante los que el mundo se rinde. El lamento de productores agrarios y gurús de la economía recorre las últimas horas y todo lo inunda, mas no sirve de nada,ni tampoco soltar sapos y culebras contra ese presidente bárbaro que nunca me cayó bien.
Estamos en un momento decisivo, por el Brexit, por la deriva de los cerriles independentistas, por el desgobierno del país, por el ataque de Trump contra España con el consentimiento de la Organización Mundial del Comercio, por la debilidad de Europa, que cada día se hincha más y pinta menos.
Desde hace mucho, Estados Unidos es militar, económica y culturalmente la primera potencia de Europa, porque, ¿tenemos algo en común con USA, salvo la dependencia? Tal vez la amenaza de Trump venga a aclarar las cosas, las nuestras y las suyas, al menos, para saber dónde estamos y con quién nos jugamos los cuartos. No tengo más que decir.