Este sábado termina el tercer verano más caluroso de la historia de España. Una temporada que ha sido excelente para el turismo aunque algunos expertos alertan de un posible cambio de tendencia en busca de lugares más frescos. Los Reporteros habla con expertos sobres estos riesgos para el turismo.
Este sábado termina el tercer verano más caluroso de la historia de España, desde que hay registros. Una temporada que ha sido excelente para el turismo aunque algunos expertos alertan de un posible cambio de tendencia. La Comisión Europea de viajes ha detectado que el 10% de los viajeros que tenían intención de pasar sus vacaciones en algún punto del área mediterránea lo cambió por un destino en el norte, buscando un tiempo más fresco. El reto ahora es preparar nuestras ciudades para que quiénes nos visitan no dejen de hacerlo y tengan recursos para soportar mejor las altas temperaturas.
Cada año alrededor de 1.500 millones de personas se toman un respiro, hacen las maletas y viajan a cualquier otro lugar del mundo, esté cerca o quede muy lejos. La esencia del turismo consiste en eso, en buscar nuevas experiencias en un paisaje nuevo aunque sea por poco tiempo. Viajamos, es cierto, y estamos acostumbrados a hacerlo pero, ¿qué equipaje haríamos si no supiéramos a ciencia cierta si allí adonde vamos hará un calor sofocante, nos lloverá sin previo aviso, o nos helaremos de frío?
El año pasado, algo más de un millón y medio de turistas visitaron, por ejemplo, la mezquita de Córdoba y aquí descubrieron con asombro un remanso de religiosidad, historia, armonía… y sombra, especialmente si llegaron en verano, cuando este sugerente bosque de columnas y arcos califales se convierte en un inesperado refugio climático. Sin embargo, al salir de e este formidable recinto la sensación de frescor desparece y todo cambia por completo. Al igual que otras ciudades meridionales, Córdoba ha padecido este verano hasta cuatro olas de calor consecutivas, con máximas por encima de los 40 grados y noches tropicales, es decir, insoportables.
A nadie debería sorprender que en esta ciudad el calor apriete de lo lindo en verano. El problema, nos dice Miguel Ángel Morales, presidente de Horeca, una asociación en la que se agrupan 200 bares y restaurantes de la ciudad, es que los turistas desaparecen de las calles en las horas centrales del día, buscando el amparo de la piscina o el aire acondicionado de sus hoteles. Si las olas de calor se multiplican, como ha ocurrido por segunda vez este año, el consumo desciende y el número de locales que se ven obligados a cerrar, aumenta.
Lo que incide de lleno en el denominado confort climático, un elemento cada vez más decisivo a la hora de elegir dónde y en qué condiciones nos vamos de vacaciones, nos dice Alfonso Fernández Tabales, catedrático de Geografía e investigador de Inatur. A su juicio, lo que parece estar ocurriendo en Córdoba, no sería un episodio aislado, sino un claro síntoma de los efectos socioeconómicos que el cambio climático trae consigo.
Este análisis parece coincidir con los datos de acaba de arrojar la encuesta elaborada la Comisión Europea de Viajes, una institución comunitaria en la que se integran una treintena de entidades nacionales de turismo, entre ellas, Turespaña. Según la Comisión, el diez por ciento de los turistas europeos que este año estaban dispuestos a pasar sus vacaciones en el área mediterránea optaron finalmente por destinos más al norte, buscando climas templados.
Andalucía está a punto de cerrar el año con récord de visitantes, posiblemente por encima de los 32 millones, así que el sector turístico no acaba de encontrar señales de alarma, no al menos de forma acuciante, aunque como reconoce José Manuel Lastra, vicepresidente de la Confederación de Agencias de Viajes, los fenómenos meteorológicos extremos sí tienen un impacto puntual evidente.
Barcelona, Bilbao y Vitoria son las únicas ciudades españolas que han habilitado refugios climáticos en el espacio urbano.
El trafico aéreo no deja de crecer, y podría alcanzar esta temporada los 275 millones de viajes en avión ligeramente por encima del dato registrado un año antes de la pandemia, según vaticina la asociación de lineas aéreas. La Organización Mundial del Turismo calcula que las emisiones de CO2 procedentes del transporte de pasajeros aumentaran un 30% en cinco años.
La buena o mala reputación climática de un territorio, comienza a ser es un factor muy tener en cuenta. Y a mayor desarrollo turístico, más intensa será la huella ecológica que el turismo deje tras de sí. La sostenibilidad es el gran reto para una industria que espera movilizar en el año 2030 mil ochocientos millones de viajeros por todo el mundo.
Falta un año para las próximas vacaciones de verano, pero muy pronto empezaremos a hacer planes y equipajes. Alguien dijo que las maletas se llenan de por si acasos. Sea donde sea adonde vayamos, Habrá que añadir a las prendas de ropa y a la ropa y los enseres. un firme compromiso con el medio ambiente y el entorno.