De nada sirve tener toda una vida documentada si al ver una imagen no podemos sentir una emoción. Por ello, hay que saber guardar el móvil a tiempo para que podamos recuperar esa sensación.
Nos estamos acostumbrando a vivir los momentos especiales a través de la pantalla del móvil para grabar y compartir en lugar de sentir o memorizar. Un ejemplo lo encontramos en celebraciones como la Semana Santa.
¿Por qué grabamos todo? ¿Verdaderamente lo vemos después? Nuestra dependencia del móvil se hace manifiesta día a día. La obsesión por grabar la vida con el móvil puede afectar a la memoria y eliminar los verdaderos recuerdos.
Para enviar una ubicación, para ver si va a llover o para inmortalizar una imagen. Tenemos que contar en redes sociales dónde estamos, qué hacemos, qué comemos o qué sentimos. Nos aislamos de tal manera que ignoramos lo que hay alrededor
Los recuerdos se basan en momentos aislados. Esos momentos que nos devuelven una emoción pero al ver la vida a través de una pantalla, no hay la misma implicación sentimental. Nuestra percepción de la realidad cambia.
De nada sirve tener toda una vida documentada si al ver una imagen no podemos sentir una emoción. Por ello, hay que saber guardar el móvil a tiempo para que podamos recuperar esa sensación.