Con arrimo y desarrimo se han consumido cinco meses ya desde las pasadas elecciones generales y, si todo va bien, cuando se formen las nuevas Cortes habrán transcurrido nueve, o diez, o más.
Lo peor que le puede suceder a un país como este, siempre en la antesala de una crisis económica, es que esta nos pille con otra crisis política. Desde abril no han sido capaces de ponerse de acuerdo para acabar con el desgobierno pero ahora se presentan como paladines de un acuerdo trascendental: del despilfarro de la campaña electoral va a recortar un diez por ciento. Qué gran ahorro para España. Y quieren que les creamos porque su voluntad viene avalada por consenso de todos los concurrentes ¡Y dos huevos duros!
¿Cómo creerles si nunca han publicado sus cuentas, ni sabemos cómo se financian, ni quien les enchufa dinero ni quien les avala? Las banderolas colgadas de árboles y farolas,-que por otra parte es la única publicidad amable y sostenible y no mancha- solo es la calderilla de lo que gastarán en caravanas, escenarios de estrellas de rock, gigantes y cabezudos, alquileres de auditorios, hoteles, movimiento en Redes y personal. Eso si es un pastón. Tan prescindible como lo serán ellos si no son capaces de sacarnos del embarramiento donde nos han metido. Y sin levantar polvo, si es posible.