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La familia debería ser nuestro refugio, el lugar donde encontramos amor incondicional. Pero, a veces, es ahí donde se libran las batallas más duras, donde el abandono, la traición o el dolor nos ponen a prueba. Y hay quienes, en lugar de rendirse, convierten sus cicatrices en su mayor fortaleza.
En esta edición de Las trincheras de la vida conocemos a personas extraordinarias, héroes que han logrado superar su pasado para escribir su propio destino.
Es el caso de Guillermo Cervera, un fotoperiodista de guerra, uno de los más premiados del mundo. Su infancia estuvo marcada por el conflicto familiar, por una relación difícil con su padre.
Su adolescencia fue una lucha contra sí mismo, hasta que un día entendió que su forma de sanar era mirar el mundo a través de su cámara. Hoy, sus fotografías capturan el alma de quienes luchan, sobreviven y resisten. Porque, en el fondo, él también solo quería demostrar que valía.
Nos cuenta que su infancia estuvo marcada por el miedo en un ambiente familiar muy hostil. "Tengo imágenes de jugar con niños del barrio, el colegio y recuerdo eso como divertido y bonito. Pero era llegar a mi casa cambiaba todo, no era un buen sitio para refugiarse, era un sitio hostil", recuerda Guillermo. "A lo largo de mi vida ha habido muchas trincheras como un cuarto de servicio donde me metía porque había mucha violencia y mucho mal rollo y ahí me refugiaba", añade.
Cuenta que veía que su padre no trataba bien a su madre, era infiel "era como un niño mimado y egoísta y me di cuenta de eso cuando ya era mayor y me di cuenta que esto se había acabo".
Guillermo explica que se mudó pero que sabía que no estaba bien y, por eso, decidió irse a hacer fotos de las guerras. "Siempre he vivido con esa sombra en la cabeza con que todo lo que hacía no era suficiente, que no era bueno del todo. Quería demostrar que era bueno en algo porque había fracasado pero acabé demostrándome a mi mismo que servía para algo y que lo hacía bien" insiste antes de explicar que de niño quería ser como su padre, era su referente.
"Yo acabé yendo a hacer fotos de a las guerras para demostrarle a mi padre que yo servía para algo", concluye. "El amor es la cura para todo ante lo incurable y no tiene porque venir de la familia sino de cualquier parte".
Para ayudarnos a responder, nos acompañan en el debate Arun Mansukhani, Elena Puig e Inma Espigares, expertos en emociones y relaciones humanas.