Barbate: indignación y rabia
Cuando se cumple una semana de la violenta muerte de dos guardias civiles en Barbate, embestidos por una narcolancha, en "Los Reporteros" analizamos las circunstancias que rodearon ese suceso y el impacto que causa el narcotráfico en el Campo de Gibraltar.
Ha pasado una semana desde la violenta muerte de dos guardias civiles en Barbate (Cádiz), embestidos por una narcolancha. En "Los Reporteros" analizamos las circunstancias que rodearon ese suceso y el impacto que ha causado. Veremos también las condiciones en las que la Guardia Civil combate a los narcos que operan en el Estrecho de Gibraltar.
En Barbate la muerte de dos guardias civiles ha causado una profunda conmoción. Los aplausos y vítores de las personas que animaban en el muelle a arrollar a los agentes hablan de la falta de escrúpulos de las mafias y de quienes les apoyan. Una atrocidad que evidencia, una vez más, la diferencia de medios entre las organizaciones criminales y las fuerzas policiales.
Numerosos han sido los vecinos que en estos días han rechazado este tipo de comportamientos y han expresado su dolor y su rabia por el suceso. A la pena se une el peso de soportar el estigma que ya sufrió el pueblo en los años 90 del siglo pasado, cuando el nombre de Barbate estuvo relacionado en la mente de muchos como sinónimo de narcotráfico.
Lo explica el alcalde barbateño, Miguel Molina, quien no se siente responsable de quienes jalearon la embestida, una minoría según asegura, en un pueblo humilde y trabajador; ni tampoco de haber sido él quien avisó a la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz de la presencia de los narcos en el puerto de Barbate.
La investigación determinará por qué y cómo, de noche, en mitad del temporal y con las embarcaciones del Servicio Marítimo averiadas, se mandó a seis guardias civiles a identificar a los tripulantes de al menos cinco narcolanchas, a bordo de una embarcación de seis metros y 80 caballos de potencia, frente a las gomas de 3 motores de 300 caballos que usan los traficantes de droga.
Los narcos rodean una y otra vez la embarcación, que se tambalea. Varias personas, entre ellas niños, jalean la escena, entre gritos e insultos a los guardias. Minutos después, una de las lanchas embiste a gran velocidad a los agentes. Miguel Ángel González, buzo del GEAS de 39 años, y David Pérez, de 43, integrante del GAR, mueren en el acto. Otro compañero queda gravemente herido.
Conduce la lancha Kiko el Cabra, conocido traficante de La Línea, y uno de los seis detenidos que el juzgado de Barbate ha enviado a prisión.
Las narcolanchas, utilizadas también para el tráfico de migrantes, destacan por su potencia y velocidad. Pueden transportan 3.000 kilos de hachís y varias personas en un solo viaje. Su fabricación y su posesión están prohibidas en España desde 2018.
Las asociaciones policiales reclaman un aumento de plantillas y mejores medios; y que quiénes se enfrentan al narco cara a cara sean encuadrados en una “profesión de riesgo”.
Y desde el Campo de Gibraltar, autoridades, expertos y las coordinadoras antidroga piden que la comarca sea declarada zona de especial seguridad. Y un pacto de Estado para luchar de manera efectiva contra la lacra del narcotráfico.
