canal sur con la cultura
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Daniel Blanco: "Esto es la vida en estado puro: impredecible"

La familia es para él un mundo que recorre y retrata -libros tras libros- para comprender cómo se tejen las relaciones y los sentimientos: un engranaje de individuos cercanos y lejanos que aportan piel y pellizco a la historia

Es escritor, periodista y conferenciante: de Moguer, Huelva

El confinamiento lo vivió con un miedo sereno, con perplejidad y con muchas preguntas aún sin respuestas

Está trabajando ahora en una novela de mujeres, de esas heroínas calladas que libraron sus batallas dentro de las casas, de puertas para adentro, y que no siempre salieron victoriosas

canalsur.es le acerca las reflexiones de artistas andaluces o que viven en Andalucía sobre cómo afecta la covid-19 a la cultura y al proceso creativo

Catrina Winkler Lozano 7 agosto 2020

Se inició en la lectura con los clásicos juveniles, como 'La isla del tesoro' de Robert Louis Stevenson o 'La historia interminable' de Michael Ende, pero los que de verdad le marcaron y todavía siguen pesando en su concepción de la literatura fueron 'La Regenta' de Leopoldo Alas "Clarín" y 'Fortunata y Jacinta' de Benito Pérez Galdós, dos libros a los que vuelve con frecuencia, como quien vuelve al pueblo en el que nació. En su caso, Moguer (Huelva, 1978).

Se llama Daniel Blanco Parra. Es escritor, periodista y conferenciante. Y entusiasta, añadiría. También se asoma una mirada divertida mientras posa bajo un cartel de "Niño gordo" con un letrero (¿enfrente?) que pone "Chocolate con churros".

Su última novela publicada es 'Como era en un principio', obra finalista del Premio Ateneo de Sevilla en 2019, un thriller del llamado "domestic noir".

La familia es para él un mundo que recorre y retrata -libros tras libros- para comprender cómo se tejen las relaciones y los sentimientos. Nuestra maestra que nos enseña a amar y a odiar. Un engranaje de individuos cercanos y lejanos que aportan piel y pellizco a la historia. 

 

UN MIEDO SERENO ANTE UNA SITUACIÓN HISTÓRICA

Daniel Blanco vivió el confinamiento y "las altísimas cifras de muertos con un miedo sereno"; con cierta sensación de incredulidad y con la certeza de que estaba ante un acontecimiento histórico. "Era un miedo nuevo. La vida se volvía diferente de un día para otro: la situación rompía todos nuestros esquemas, todos nuestros vaticinios, y eso me provocaba perplejidad a todas horas".

No era capaz de desconectar de la noticia, asegura.

La vuelta a esta "nueva normalidad" la siente como una "resaca mal curada". A veces, piensa que lo que vivimos fue un mal sueño y queda cierta desconfianza en el presente, en el futuro próximo.

¿Volverán a ser las cosas como las conocíamos? ¿Es esto un cambio profundo a largo plazo? ¿Cómo aprendemos a relacionarnos ahora? Estas son las preguntas que se hace. Las respuestas están por llegar. 

ADAPTARSE PARA SOBREVIVIR

Dice que no es realista pensar que el ser humano puede pasar por una pandemia, por una una experiencia de este calado -y de esta magnitud- y no dejar que (le) cambie algo. Un cambio, además, impuesto por las circunstancias: "es obligado por la aparición de un escenario absolutamente inesperado, por una incertidumbre extra, se produce desde fuera hacia dentro. Es inútil resistirse. Hay que adaptarse para sobrevivir, para conocer la nueva realidad. Yo, en mi caso, me he vuelto más flexible, he sido consciente de mi pequeñez -llega una tragedia de este tipo y todo se desmorona, ningún proyecto sigue en pie- y me veo incapaz de hacer planes a medio plazo. El futuro es, ahora, más inestable que nunca, menos previsible. Y esto es la vida en estado puro: lo impredecible, la sorpresa".

Además, añade, que esta pandemia "nos recuerda cuál es nuestro trabajo: la responsabilidad social, porque de todos depende ser prudentes, no facilitar la propagación del virus".

SALVAR EL ARTE Y LA CULTURA

Es más consciente ahora de la precaria situación en la que se encuentra la cultura. "Esta crisis deja al sector moribundo y pone a miles de compañeros en una situación crítica, al borde del abismo. Ahora me gasto el dinero en la cultura con mucha más conciencia, con más gusto, porque entiendo que es también nuestra responsabilidad: salvar el arte y la cultura, permitir que nos sigan contando el mundo y mostrándonos otros, que nos entretengan y nos hagan reflexionar, que nos dejen evadirnos y recrearnos en la belleza".

Cree que en algo estamos de acuerdo todos: la cultura nos ha aliviado la cuarentena, nos ha salvado de la realidad. "Todos hemos recurrido al cine, a la música, a los libros, a las series… Nos hemos reconfortado gracias al trabajo de otros, y quizá eso nos ha hecho darnos cuenta, como sociedad, de lo importante que es la creación artística, lo imprescindible que son los creadores.

En este año Galdós ha disfrutado muchísimo con la serie Fortunata y Jacinta, y, en el ámbito de la literatura, con un autor andaluz "imprescindible y aún no del todo reconocido": Agustín Gómez Arcos.

Hábleme de su relación con el arte

-Por mi profesión, la de escritor, y por haberlo dejado todo, incluso un trabajo fijo, para dedicarme a mi vocación, vivo para la cultura, apuesto por ella cada día, y es lo que quiero aportarle a la sociedad. Es mi compromiso con mis contemporáneos, un compromiso férreo. La cultura libre es necesaria para una sociedad democrática sana y madura, y para el desarrollo espiritual de los ciudadanos. Para mí, el arte y la cultura son esenciales porque cumplen múltiples funciones, la de recoger los anhelos y los desvelos de los ciudadanos, la de ayudarnos a entender y a entendernos, la de facilitarnos la evasión, el entretenimiento y el conocimiento. No me imagino la vida sin el arte. No sé qué seríamos nosotros sin el arte.

Dice que todos hacemos uso de la cultura, todo tenemos ciertos hábitos que están apegados a la cultura, "pero son muy pocos, los que valoran realmente el trabajo que hay detrás de la creación y del compromiso de los creadores o de los artistas con la cultura y con el arte".

Cree que -para que estén más valorados y ocupen el lugar que deben tener- debe producirse un cambio de mentalidad a todos los niveles. En primer lugar, a nivel social: "somos nosotros como ciudadanos y como receptores y consumidores de Cultura y de Arte los que debemos reivindicar que se les dé un papel preponderante y darles el sitio que se merecen y después -es verdad- que desde las Instituciones se debe favorecer la creación y la distribución de estas obras culturales y artísticas".

Así, a bote pronto, se le ocurre rebajar la cuota de autónomos o facilitar, de alguna forma, que los autores y artistas puedan seguir creando, y recalca que lo principal es que todos comprendamos que una entrada de teatro vale lo que vale porque detrás hay un creador, hay unos actores, hay un abanico de profesionales que están trabajando para crear ese producto.

FICCIÓN : FAMILIA + MUJERES= LA NUEVA NOVELA

Ahora está retomando la creación. Es cuando tiene "el sosiego necesario para abstraerme de la realidad y volver a la ficción". Durante muchos meses, entendía que era tiempo de observar y de asombrarse, no de decir ni de escribir, explica. A veces, la realidad lo llena todo y no deja espacio para nada más a las afueras de ella misma. Y así lo sintió como una especie de bloqueo creativo, de parálisis artística.

"Los hechos requerían toda mi atención. Ahora, por fin, empiezo a trabajar en una nueva novela, en la que intento fijar mi pasado familiar y conectarlo con el nacional: las microhistorias conectadas con la Historia, porque la vida de una familia también puede ser la vida de un país. Y porque parte de lo que somos depende de lo que fuimos, como individuos y como sociedad. Estoy trabajando ahora en una novela de mujeres, de esas heroínas calladas que libraron sus batallas dentro de las casas, de puertas para adentro, y que no siempre salieron victoriosas".

SUS ABUELOS, SUS RECUERDOS 

¿Cuál fue el primer recuerdo o el más importante que le hizo amar el arte y la cultura?
-El primer contacto que tengo con el arte o que encendió la chispa para mi devoción por la literatura fueron mis abuelos. Uno de ellos era el mejor contador de historias que recuerdo, cualquier anécdota tenía en sus labios un atractivo especial, tenía una especie de imán con el que congregaba a todos a su alrededor. Él empezaba a hablar y se hacía el silencio. Era el poder de la palabra. Y mi otro abuelo, que tenía una biblioteca enorme, arrancaba de los libros las páginas que le molestaban o que no le gustaban, y ahí aprendí que la palabra también puede ser peligrosa. De nuevo, el poder de la palabra. Fue esa mezcla la que me hizo amar las historias y amar el don de usar la palabra para contar una historia.

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