Asistimos a una auténtica eclosión de festivales y conciertos. Pero, ¿hay público para tanta actuación musical? ¿Qué papel juega Andalucía?
En Los Reporteros analizamos esta fiebre festivalera, un fenómeno que va más allá del interés por la música en vivo
Las grandes estrellas ya no pasan aquí de largo. Andalucía se está consolidando como una gran plaza festivalera. En España es la que más factura por venta de entradas detrás de Cataluña, con tres provincias en el top 10, Málaga, Sevilla y Cádiz. Además presume de contar con algunos de los festivales de ciclo más importantes, el que más vende a nivel nacional, Mare Nostrum, en Fuengirola, una cita con un gran impacto en el municipio y en el turismo.
La música en directo superó en 2023 sus mejores cifras con cerca de mil citas y 578 millones de facturación. En Sevilla, Icónica, es el evento con mayor impacto tras la Semana Santa y la Feria de Abril.
Puestos de trabajo, alojamiento, restauración. El impacto positivo prima para muchos ayuntamientos sobre el negativo: ruido, subida de precios, residuos. El apoyo institucional a estos eventos se extiende y se pelea.
Al calor del negocio, los fondos de inversión extranjeros han entrado con fuerza. Otros capitales han invertido en espacios en los que congregar multitudes dando pie a nuevos festivales como el Selvatic, en Málaga, este año, con Juan Luis Guerra o Juanes como cabezas de cartel
Son las redes sociales las que marcan la estrategia. En ellas los artistas, lo hemos visto con Taylor Swift, crean su propia comunidad resucitando el fenómeno fan; los influencers atraen a grandes audiencias para beneficio de las marcas, y el público acaba presumiendo con fotos y comentarios de su experiencia.
Está claro que no todos los festivales juegan en las mismas ligas ni presentan los mismos intereses. Junto a los nuevos megafestivales y las citas de siempre también nacen eventos como Oleósica, en Jaén, más conectados con el territorio
La oferta es amplia: tanto para los que disfrutan saltando apiñados como para los que prefieren la comodidad de la butaca; con bandoleras o lentejuelas, la historia es emocionarse cada vez que se abren las puertas del festival.