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La huella andaluza sigue viva en Nagasaki

En Los Reporteros les invitamos a viajar a Japón en busca de la huella que dejaron los misioneros andaluces en ese país, en concreto en Nagasaki, donde el cristianismo fue durante doscientos años una religión perseguida y oculta. 

Sus lugares, iglesias al norte de Nagasaki y de las islas Goto, fueron declarados Patrimonio Mundial por la Unesco.

CANAL SUR MEDIA 22 diciembre 2024

En Los Reporteros les invitamos a viajar a Japón en busca de la huella que dejaron los misioneros andaluces en ese país, en concreto en Nagasaki, donde el cristianismo fue durante doscientos años una religión perseguida y oculta. 

Hemos podido ahondar en el pasado cristiano de esta ciudad al sur de Japón y en la potente conexión cultural e histórica que existe entre Andalucía y los nipones gracias a los misioneros jesuitas y franciscanos.

La prohibición del cristianismo hizo que mantuvieran su fe en secreto durante más de 200 años. Son los llamados cristianos ocultos. Sus lugares, iglesias al norte de Nagasaki y de las islas Goto, fueron declarados Patrimonio Mundial por la Unesco.

Los puertos son lugares de intercambio comercial y cultural. En una ciudad tan cercana a China como Nagasaki no es raro que exista en otoño un Festival de la cosecha que recuerda a las celebraciones chinas de año nuevo, con su danza del dragón y sus carrozas. El Santuario de Suwa, escenario del Festival, se fundó en 1642, época de la prohibición del cristianismo en Japón tras casi un siglo de expansión, un lugar sureño que recuerda a Andalucía o Canarias.

El crecimiento exponencial de los cristianos conversos y de las iglesias, en medio de un país inestable cuyos señores luchaban por el control y la unificación política, hizo que la fiesta se convirtiera en un ritual sintoísta que buscaba descubrir si había cristianos ocultos.

Muchas familias profesaron la fe cristiana durante siglos en secreto y su pujanza cuando se abrió el país de nuevo en el siglo XIX y, más tarde, la recuperación de la memoria histórica tras el traumático episodio de la bomba atómica provocaron que la herencia andaluza en Japón sea hoy Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Casi un siglo antes, el misionero español Francisco Javier, fundador de la Compañía de Jesús, había llegado a la región y su empeño inició una labor evangelizadora que hoy se recuerda con una iglesia erigida en la isla de Hirado, al norte de Nagasaki. Una labor que continuaron otros que vinieron después, como el franciscano sevillano afincado en Espartinas Luis de Sotelo. Los misioneros encontraron en Nagasaki un lugar de acogida con la conversión de los primeros señores feudales.

La adhesión incondicional de señores como el shogun Omura Sumitada en 1563 se tradujo en un afán por estrechar lazos religiosos con Europa. La primera embajada nipona partió de Nagasaki en 1582 con cuatro jóvenes hijos de importantes samuráis como enviados a Roma, donde fueron recibidos por el Papa Gregorio XIII. Después de una larga estancia en Coria del Río (Sevilla), regresaron en 1590, tras ocho largos años de viaje, pero la situación en su tierra había cambiado.

El miedo de otros poderosos a una posible invasión española, como ya había ocurrido en Filipinas, se tradujo en la persecución de los cristianos y su tortura y muerte.

Uno de los episodios más recordados es la crucifixión de 26 religiosos en Nagasaki en 1597, un intento de escarmiento para los miles de cristianos que ya existían en la zona. Un intento que estuvo lejos de conseguir su objetivo.

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